Este blog es para el desahogo de un ciudadano que está cansado de que nos cuelen tantos engaños a casi todo el mundo. El único consuelo que me queda por ejercer es el de decir en voz alta "A MI NO ME ENGAÑAN".




Ya está disponible el ensayo
"Las Falacias que nos rodean", de distribución libre y gratuita.

miércoles, 20 de enero de 2010

Gente que admiro (VI): La niña adulta

Esto es algo que contemplé hace tiempo, en el metro de Madrid, hace unos 5 años.No recuerdo de donde venía, si de comprar cosas para el piso, del trabajo, o de ver a mis primos... Los problemas que pudiera tener en la mente en ese momento se desvanecieron cuando contemplé la escena que paso a narrar a continuación.

No era hora punta, eso sí lo recuerdo, pues había espacio para estar sin agobios. Paró el metro en una estación, y tras salir primero quienes se bajaban en esa parada, entre la gente que subió accedieron al vagón dos niñas pequeñas, 4 y 7 años aproximadamente, viajando aparentemente solas, con el vuelco que te da el pensar que puedan estar por ahí de la mano de Dios. La niña mayor llevaba de la mano a la pequeña.

Pero no, no iban solas, iban acompañadas de una mujer, supongo su madre, con evidentes signos de ser drogadicta, y mostrándo síntomas de que acababa de saciar su necesidad de caballo o de quien sabe que mierda. Iba mirando al infinito, sin apenas prestar atención a las niñas, con varias bolsas llenas de enseres inútiles, demacrada, con la cara seca, con la vida comida y chupada por dentro, sin percibir lo que sucedía alrededor ni importarle... Ella ya estaba contenta, ella ya tenía lo que necesitaba.Sus niñas no, pero eso no importaba.

La niña mayor parecía tener el don de poder mirar a dos sitios a la vez. Miraba a la madre y miraba a su hermana, todo a un tiempo. Cada vez que la madre se ponía a decir alguna burrada, cogía a su hermana y la abrazaba, o acariciaba, o le decía algo. Su único afán era distraerla, impedir que contemplara a su madre.Fruto del "relax" de la droga, a la madre se le aflojaron ciertos músculos del cuerpo y el espectáculo se hizo más escatológico.

La hermana mayor se cambió estratégicamente de sitio, y se situó a la derecha de la hermana, de forma que al mirar la pequeña a la mayor, no entrara la madre en su campo de visión. Cogió al cambiarse de sitio una de las bolsas que la madre dejó caer, supongo que la única en la que había algo que mereciera la pena, para tenerla asimismo vigilada.Eso me hizo pensar que en alguna que otra ocasión debieron ser víctimas de un robo aprovechando el lamentable estado de la madre, por eso la niña había aprendido lo que debía hacer.

Durante todo el trayecto mantuvo distraida a la hermana, sin dejar de vigilar a la madre, y sin dejar que la realidad le arañara el alma, como la suya fue y estaba siendo arañada, sin que ella tuviera nadie que la protegiera. Ella tuvo que aprender por sí sola, y no quería que su hermana pasara por lo mismo. Al menos, no de una manera tan brusca. Me recordó, eliminando la inexistente componente cómica, a la película "La Vida es Bella". Esa niña era una "Roberta Benini", que con gracias, muecas y caricias, conseguía que su hermana no sufriera, no viera la realidad. Con la dificultad añadida de que no tenía la edad que el personaje de la película, sino 7 años como mucho.Con 7 años esa niña era adulta. Y la dureza de la vida que le había tocado vivir no le había impedido aprender una de las lecciones más importantes de la vida. La fuerza del cariño y la sangre.Mi parada llegó y tuve que bajarme. Sentía pena, rabia e indignación, pero no miedo. Con una hermana mayor tan fuerte, la pequeña estaba en buenas manos. Y la madre también.

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